Toda esta actividad muscular, voluntaria e involuntaria va dejando huella en nuestra cara, marcando arrugas, hipertrofiando músculos y limitando movimientos de mandíbula y ojos…
Los músculos faciales se contraen constantemente, en muchas de las actividades cotidianas como hablar, gesticular, masticar, reír, respirar, tragar, vomitar. También en actividades no funcionales como apretar o rechinar los dientes, morderse las uñas, mascar chicle, alteraciones de tono neurológicas.
Además de toda esta actividad muscular es una región es muy sensible y reactiva a nuestro sentir emocional.
Podríamos decir que estos músculos no descansan nunca, porque mientras dormimos también están activos.